Momentos lamentables (I)

Han sido muchos, de eso estamos seguras, pero por suerte tenemos una memoria selectiva que se ha esforzado en olvidar (para eso el alcohol ayuda) esos momentos taaan entrañables en los que nuestra pardez tiende a infinito.

Para muestra un botón (no están en orden cronológico, porque si no me acuerdo ni de los momentos lamentables, menos me voy a acordar de cuándo fueron)

Flyers con textura... con textura

Érase una fría y lluviosa noche de invierno en la que Michele y yo habíamos salido por Chueca, como siempre, para triunfar y volvernos a casa con la satisfacción del deber cumplido (o sea, que nos comemos los mocos pero por lo menos lo intentamos). El plan era tomar algo en garitos varios y terminar la noche en Longplay, que abre hasta las tantas. El problema es que para entrar en el Longplay, la entrada sólo es gratis hasta cierta hora... y con flyer. Como llovía, no veíamos a la chica que los suele repartir por ninguna parte (y creédme, la hubiéramos visto, algún día diremos por qué), y en el Soho, donde normalmente los pillábamos, no había.

Víctimas de la desesperación, empezamos a deambular por Vázquez de Mella con cara de penilla para ver si alguien se apiadaba y nos regalaba sus flyers (os adelanto ya que no funcionó *cabrones!*) hasta que Michele frenó en seco y señaló al suelo.

Michele: "¡Mira! ¡Flyers!"

Romy: "Sí... están mojados y asquerosos"

Michele hace pucheros. Romy suspira y los coge *puaj*, intenta limpiarlos un poco contra el pantalón y los mete en el abono transportes con el resto de sus porquerías (carnet, recibos, abonos caducados...).

Una vez dentro, nos piden los flyers para entrar y Romy los extrae con cara de convencida de su abono transportes. Ni que decir tiene que no nos quedamos allí paradas para ver la cara de asco que debió poner la pobre portera...


Otro día seguiremos con esta serie de "Momentos entrañables, momentos lamentables"